José Zaurín, el Tragakilómetros, uno de los primeros presidentes del Club y autentica referencia en el ciclismo aragonés de
la primera mitad de siglo XX, realizó un curioso invento: La Bicicleta Voladora. Zaurín incorporó a su bici unas alas de maderas
con el objetivo de hacerla volar. Pese al esforzado sprint que realizó para coger velocidad antes de saltar al vacío, y como es
evidente, su intento no pudo llegar a buen puerto...
La carrera de las Fiestas de Tamarite de Litera (que ya cumple más de sesenta ediciones) ha visto pasar a algunos de los más
destacados ciclistas españoles. En 1948, un joven de 20 años comenzaba a despuntar. Su nombre: Miguel Poblet. En esa edición de
la prueba estaba inscrito Poblet pero, pese a esperarle durante media hora en la salida, la carrera tuvo que empezar. Mediada la
prueba, al fin apareció el campeón. Tal era el fervor que desataba el ciclista catalán que los espectadores comenzaron a
recolectar dinero para celebrar al día siguiente una nueva carrera con Poblet en la salida. Los corredores y los organizadores
fueron alojados en las casas particulares de los habitantes del pueblo.
En 1951, el Iberia colaboró en la organización de la primera etapa de una nueva prueba de resistencia tras moto nacida como
réplica a la afamada Burdeos-Paris (590 kilómetros). Era la Barcelona-Pamplona, cuya jornada inagural debía concluir en
Zaragoza, después de marchar en pelotón hasta Tárrega y, desde allí, tras las motos conducidas por el entrenador de cada
ciclista (entre los cuales estaban campeones de la talla de Timoner o Poblet). Pero los corredores no contaban con el fortísimo
viento que se iban a encontrar en los Monegros y que, además de numerosas caídas, ralentizó de tal modo la marcha de los
ciclistas (que a duras penas podían mantenerse en pie), que la carrera entró pasadas las 21 horas en una Zaragoza oscurecida
por la noche (mes de abril) teniendo que ser los participantes alumbrados por los faros de los automóviles.
Los directivos del Club Ciclista Iberia han tenido que desvivirse durante toda la historia de la entidad para llevar a buen puerto la organización de sus carreras ante la escasez de medios. Tal es así que, en 1952, los directivos Enrique Trasobares y Benito Planas realizaban el trayecto del Trofeo Fiestas de Zuera en un tándem en el que llevaban enrollada en su barra superior la pancarta de meta (que sobresalía dos metros por delante y por detrás de la bici), además del resto del material necesario, dorsales, campana, etc.
Pese a que los premios económicos hacían que muchos ciclistas hicieran de ellos una de las motivaciones principales de su
participación en las pruebas del Club, otros demostraban una sensibilidad especial hacia el ciclismo. El destacado ciclista de
los años 50, Jesús Galdeano, se impuso en el prestigioso Circuito Enlace de Carreteras en el año 1954. Al entregarle el sobre
con su premio en metálico, Galdeano espetó: "Siento no tener un recuerdo de mi triunfo en esta carrera. El dinero en efectivo se
gasta y te olvidas". Los organizadores consiguieron una humilde medalla enviada por la Diputación Provincial que satisfizo al
vencedor: "Gracias, con esto me basta".
Las pruebas orgainzadas por el Club Ciclista Iberia también han vivido episodiso trágicos, como el acontecido en el Circuito Enlace de Carreteras para aficionados de 1957, una prueba por etapas que debía celebrarse sobre cuatro etapas la semana anterior de la tradicional carrera para profesionales. La inscripción fue un éxito con más de 130 corredores procedentes de todo el país, pero el infortunio se cebó con la prueba en la primera etapa, cuando a la altura de La Muela una impresionante tormenta desató un diluvio que provocó numerosas caídas, entre ellas la del catalán Gálvez, al que el accidente le costó la vida. El resto de etapas fueron suspendidas en señal de duelo.