CLUB CICLISTA IBERIA
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Bodas de Plata - Entrevista

Hoy, a mediodía el veterano Club Ciclista Iberia celebra un gran acto en el que conmemora sus Bodas de Plata cumpliendo el XXV Aniversario de su fundación, y en él dedica un homenaje de agradecimiento y simpatía a sus fundadores, don Francisco Martínez y don Marcos Rubio. Ello, naturalmente, hace que el ciclismo cobre la máxima actualidad y el interés se acreciente por conocer el historial y el proceso de evolución desde sus primeros tiempos. Hacer historia siempre resulta agradable. Pero, ¡ay!, ¿quién es el atrevido a desempolvar los viejos cronicones que reseñan tales efemérides?. Yo, francamente, me gustaría, pero difícil es para nuestra inexperta juventud retroceder tantos años -más de una generación-, puesto que quedaríamos totalmente borrados.
Mas todo tiene solución, y en este caso la encontramos en el campeón de los aficionados al ciclismo, don Francisco Martínez (además, en este su día de homenaje resulta más apropiado), verdadero precursor del deporte de la biela en Aragón, y que es quien más a fondo conoce su pasado.
Ante él nos encontramos en marco tan austero y sencillo -igual es Martínez y el ciclismo- como la secretaría del Club Ciclista Iberia. A tarvés de sus atentas palabras, como una visión retrospectiva, vemos desfilar todo el historial del ciclismo, desde su época más remota. Evocaciones, recuerdos, añoranzas...; todo queda ampliamente reflejado en su amena charla.
- Y, dígame, ¿cómo nació su afición por el ciclismo? -le interrogamos.
- Allá por el año 1917 -responde- militaba en las filas futbolistas. A mi hermano se le ocurrió comprarse una bicicleta y, al año siguiente, ya era campeón de Aragón en pista y carretera. Este suceso, al parecer sin importancia, contribuyó a aficionarme por el ciclismo.
- ¿Se celebraban muchas carreras por aquella época?
- No. Entonces el ciclismo en cuanto a competiciones era muy escaso y llevaba una vida muy humilde.
- Sí; pero ya contaban con un velódromo, puesto que su hermano fue campeón de pista, según me dice.
- Hombre, lo que se llama velódromo... Era la pista de los antiguos Campos Eliseos, con un trazado difícil.
- ¿Había algún club o federación?
- Pues sí; el Pedal Aragonés y el Real Ciclis Club. De este último, al advertir mi afición, me nombraron secretario. En cuanto a federación, sólo había un cónsul o representante de la Unión Velocipédica Española (U.V.E.), cargo que ostentaba el señor Hidalgo.
- ¿Mucha afición?
- Poca. Pero la escasa actividad no la satisfacía. Y lo curioso del caso es que el veneno de la afición había arraigado en mí. Por eso traté de sacarlo de su estancamiento, y en colaboración del amigo Marcos Rubio, formé una sección ciclista adscrita al Iberia S.C., con la condición de edificar un velódromo, en los terrenos de Torrero que este club poseía.
- Buen comienzo. ¿Y cuándo fue?
- Concretamente, en marzo de 1924. Todavía recuerdo que se inauguró la sección con el campeonato social, que ganó López, seguido de Burillo. Hubo que trabajar mucho. Además de atender las organizaciones, estábamos comprometidos en la construcción del velódromo. ¡Y tú no veas lo que esto supone!. Por de pronto acometimos la empresa de crear una carrera propia de carácter nacional, que se hiciese tradicional y famosa en España.
- ¿Y lo consiguieron? -interrumpo con ansiedad.
- Pues claro. ¿Es que no ves que me refiero al Circuito de la Ribera del Jalón?
Confieso mi "patinazo", que el señor Martínez perdona con una sonrisa y continúa:
- Su primera edición se celebró el 13 de junio de 1926, que ganó el catalán Milián. Poteriormente, se incluyó en las Fiestas del Pilar, siempre con resonante éxito, hasta nuestros días. Paralelo a estas competiciones trabajabamos en la construcción del velódromo, cuyo proyecto trazó gratis el ingeniero de la Diputación, señor Durán, así como, igualmente, llevó la dirección de las obras. Un día primaveral, el 27 de mayo de 1928, tuvo lugar la solemne inauguración por el presidente de la U.V.E., señor Jaumandreu, que vino expresamente de Barcelona en comañía del Sport Ciclista Catalá y de un buen número de ases nacionales, a cuya cabeza figuraba el gran Cañardo. Debo añadir que antes de la inauguración vino a probarlo el francés Regnier, recordman francés de velocidad, quien lo encontró excelente y pèrfectamente delineado. Tres campeonatos de España de velocidad; el primero, que ganó Español a Vázquez; segundo, Plans, a Español, y el tercero, Plans lo revalidó ante Iturri; varios matchs nternacionales,ç con Regnier, Messori, éste traído ex profeso de Milán, y la campeona femenina de Europa, Alfonsina Strada, además de un sinfín de carreras nacionales, es el mejor balance que podemos hacer del malogrado velódromo de Torrero.
- ¿Y compensaba economicamente?
- Regularmente. ¡Ay, si lo tuviéramos en la actualidad, con la afición que existe! -añade con marcado acento nostálgico.
- ¿Alguna prueba de relieve en carretera?
- Sí, una nacional muy importante que desapareció inexplicablemente. Fue a iniciativa del Iberia, quien hizo la propuesta; celebrar un Gran Premio de la U.V.E., que tendría lugar cada año en una capital. Fue aceptada, y su primera edición, como es natural, se dio en Zaragoza. Venció Luciano Montero, seguido del aragonés José Catalán, quien tan lucida actuación tuvo, que llegó a interesar a Mr. Desgrange y le escribió desde Paris ofreciéndole un contrato de 600 francos diarios para correr la Vuelta a Francia. No se pudo llegar a un acuerdo por no tener Catalán los 15 años que se precisaban. Lo demás ya lo conoces. Se fusionó el Iberia con el Zaragoza, continuamos bajo la tutela de este hasta diciembre de 1934, en que cobramos plena independencia, poniéndole el nombre definitivo de Club Ciclista Iberia. Vino la guerra, pese a lo cual nuestro club continuó funcionando. Termianda ésta, y apenas reorganizados los deportes, despareció el velódromo, en holocausto a las imperiosas necesidades de otro más fuerte. Lo más destacado, la I Vuelta a Aragón, que organizamos en colaboración con el diario Amanecer.
Y no queriendo abusar más de la amabilidad del señor Martínez, le dejamos, no sin antes felicitarle por su perseverancia. Y lo abandonamos, pensando en que, con razón, la vida ofrece diariamente curiosos contrastes. En estos tiempos de general materialismo, todo humano busca la satisfacción egoísta de su yo como primer fin, y es raro quien, despojándose de tan interesadas miras, se sacrifique por el prójimo con el altruismo y filantropía de antaño. Por fortuna, aún quedan románticos que complacen el bien ajeno, aun a costa del suyo propio, como el señor Martínez. Son pocos, pero conservan el recuerdo de una época que ya pasó. Hoy, bajo consignas prosaicas y en la vorágine de una vida dura y acelerada, nadie mira atrás ni se para. Huyen, desertan... Indudablemente, don Francisco Martínez es un ejemplo de virtud.

Francisco Redondo
Diario Amanecer, 1940